[Publicado originalmente en ‘San Eustaquio’]
La altura del monitor puede ser un problema para quien trabaja (o disfruta, que no todo va a ser trabajar) con ordenadores. En las oficinas se suele solventar con un par (o los que sean precisos) de paquetes de folios, o quizás con esos tochos calzamesas que algunas empresas editan (vaya usted a saber por qué) y envían a otras empresas (tal vez forme parte de algún acuerdo secreto de intercambio de amasijos inútiles de papel con los que elevar los monitores de los empleados…). La densidad de este tipo de volúmenes en las redacciones de periódicos alcanzó niveles pandémicos en los gloriosos tiempos precrisis, antes de que se pinchasen las diversas burbujas empresariales, así que el asunto está resuelto durante dos o tres generaciones.