Pálido fuego, de Vladimir Nabokov (1962), es uno de esos libros que resulta difícil calificar, una obra cuya calidad es sin duda digna de elogio pero que como pieza narrativa no termina de entusiasmar.
Compleja, extraña y, sobre todo, desconcertante, la obra es una falsa edición crítica de un falso poema firmado por un falso poeta estadounidense que acaba de morir asesinado. Y su obra póstuma no podría haber caído en peores manos que en las del también falso (en más de un sentido, como descubrirá quien lea Pálido fuego) profesor Kinbote, un petulante, insufrible, barroco y pretendido erudito (y acosador del fallecido poeta) que arranca su edición crítica con un prólogo en el que narra sus vicisitudes para hacerse con el poema y con los derechos para publicarlo, así como sus posteriores trifulcas con la viuda del autor, con otros estudiosos y con el mundo en general.